Conocida de vista, callejera,
con libros de poema bajo el brazo,
que trazas al pasar itinerarios
del encuentro fugaz, diaria huella.
Conocida de nadie, forastera,
transeúnte de puentes y de barrios,
jinete leve a lomos del asfalto
con mochila de citas sin espera.
Conocida de paso, caminera,
que haces noche en mis ojos sedentarios
cuando llegas cansada a mi ladera.
Cómo me duele el gesto hospitalario
cuando vuelves a cruzarte en las aceras
y estás a las afueras de mis manos.
Acreces a mi lado si te miro
cada vez que el azar llegas de lejos.
Acaso tus perfiles con empeño
de que te quedes ya para el olvido.
Rebaños de miradas han pacido
tu espesura de sol y de deseo
sin poder apagar el lento fuego,
la sed de inundación de desvarío.
La huella de tu ausencia he aprendido
cada vez que te trae la costumbre
y habitas en mi viento tu respiro.
Te encuentro en el desván de los latidos
y sólo se de ti que a veces pasas
por la tierra de nadie de mis ojos
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YUNQUE
Hay en mi acento un yunque dolorido,
nombre que no te sé, nombre callado.
Como tu decías te he llamado.
Nombre de ayer, a corazón batido.
Hoy es una mentira que te han dado,
para llamar a tu vida vacío
de tu nombre final deshabitado.
Recuerdas la ilusión desesperada,
las palabras antiguas y los días.Atardecer de ausencia inaugurada,
de soledad cabal a la medida.
Inexistente, dulce, referida,
familiar cita invitada,,
que llega cuando el sueño finaliza,
parecida tal vez o adivinada.
Amor no engrandece mi memoria.
Y en su esperanza eterna me consumo
del incendio sólo queda el humo.
Los besos y los versos son historia.
La luz refulge intermitente.
Cuántas flechas disparas al herido
que ausente mira al dulce olvido,
de la mujer hallada en la fuente.
Volved la voz serena a quien os ama.
La huella de la nieve derretida.
Venus desfallece con voz vencida.
Y Marte arroja el escudo y clama.
Viento cruel de alas derretidas.
Entonces cobrará muertes por vidas.
JOSÉ CARLOS RINCÓN SANCHO