Nació en 1452 en la
villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina, y de Ser
Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estado como Florencia,
pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los príncipes o el
papa. El imperio romano de oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas
sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico: Era una época
violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.
ESTUDIOS
Aprendió en el taller de Verrochio. Con 20 años es maestro independiente,
aunque se mantuvo en este taller hasta su marcha a Florencia.
En 1482 se traslada a Milán, ofreciendo sus servicios al
duque de Sforza. Allí estuvo durante 17 años, aunque siguió recibiendo encargos
desde Florencia.
Leonardo realizó en total unos cuarenta cuadros, de los
cuales sólo unos quince llegaron hasta nosotros. Las primeras obras antes de su
partida de Florencia están claramente
marcadas por la influencia de sus maestros. Se encuentra en ellas, como
en La Anunciación, una gran seguridad en el trazo y un cuidado en la representación de los
detalles florales y de las decoraciones arquitectónicas.
A partir de La adoración de los Magos, obra que quedó
inconclusa, su estilo se hizo más personal. Los personajes son múltiples y las
fisonomías muy variadas. Sobre todo el grupo principal, la Virgen y el Niño,
aislados en medio de esta muchedumbre, no están dibujados con contornos muy
acentuados; están, al contrario, ligeramente esfumados.
Es la técnica del sfumato, propia de Leonardo: Durante su
estancia en Milán, Leonardo pintó en muy pocas ocasiones; sin embargo, este
período estuvo marcado por la realización de dos obras maestras: La Virgen de
las rocas (1483) y La última cena. Ese gran fresco del refectorio del convento
de Santa Maria delle Grazie en Milán, realizado entre 1494 y 1497, le fue
encargado por el duque Ludovico Sforza. Leonardo eligió representar allí el momento
que Jesús anuncia la traición que sufrirá, razón de la tensión dramática que lo
anima. El rostro de San Juan, El rostro de San Juan, imagen de dulzura y de
inocencia, contrasta allí con el de Judas.
El último periodo período para la pirrara de Leonardo
corresponde a su segunda estancia en
Florencia. Sin duda, allí, además de estar atareado en sus actividades de
ingeniería militar, pintó entonces La Virgen Y Santa Ana, leda, y la Gioconda.
Todos estos cuadros se distinguen por la pose agraciada de los modelos y la dulzura
del esmerilado, lograda gracias al sfumato.
Como ingeniero del Renacimiento, podemos decir que los
cuadernos que empezó a llenar Leonardo desde su llegada a Milán nos dan
testimonio de su curiosidad casi universal. Recopiló allí notas y centenares de
croquis, informándose de los tratados existentes en los distintos campos, desde
el arte militar a la geometría, pero también dibujando
del natural.
Por último, y ya como artista al servicio del príncipe,
podemos decir que Leonardo da Vinci estuvo al servicio de numerosos soberanos,
y que ha permanecido entre los artistas más grandes del Renacimiento, junto con
Miguel Ángel y Rafael. Encarnó el sueño de universalidad, belleza y armonía que
no resistió a las guerras de Italia. Es paradójico que aquel que quiso ser a la
vez artista y hombre de ciencia, figure en la historia ante todo ante todo como
un gran pintor, a pesar de las pocas obras pictóricas que dejó.
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