Afirmo que tocarte era de arena
y besarte nombrar los ojos verdes
y aquella voz el oro puro y fino.
Ahora que la muerte te condena
a ser humo, te enciendes y pierdes
en un mar inmortal que ni adivino.
Tenía el corazón en cada esquina
y la mano en la nieve del caído
y el beso en el invierno agradecido
y en el bosque la huella que camina.
No se sabe muy bien si lo que hueles
el rescoldo aroma o frágil zumo,
o si piensa o pensando me consumo
o si duelo dolido o si me dueles.
Ha pasado el amor a cuerpo lento
comido y carcomido a beso leve
a la luz de la hoguera y el tormento.
El cielo arrastra el nombre por perdido,
y pierde lo que encuentra el vendaval.
Una escena de acto sin sentido.
Cuando de la careta, ya al final,
sale un yo de cartón, un yo partido.
Cuantas noches me dijo que podía
que mis palabras eran suficientes
para alzarte una estatua entre las gentes
sacando del olvido al que quería.
Tantas veces el viento silencioso
de mis manos el cuerpo me arrancaba
arrastrando mi túmulo armonioso.
Un pájaro de sombra y malherido
se ha pasado en las ramas de mis hombros
y un beso de hielo es escondite.
Te amo con los ojos, con locura,
te toco con cuidado y me retumba
el valle de tus senos y derrumba
tu altivez el placer en la espesura.
Una ventana, amor, una ventana,
para este negro peso de sí mismo,
de una noche veraz para el seísmo
de una noche azotando mi mirada.
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Un puñal y una carta trazada
para el exterior.
Hoy es ayer y te prenden.
El dolor nos somete
a siniestro poderío
La paciencia combate.Ecos nocturnos,
.sordos
Pero vibran las cuerdas frotadas
.y saetas aguzo.
Me apaciguo.
Las voces quedan y se van.
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Te olvidaste de oscura mujer,me ha borrado la duna.
Ese olvido amargo
de tiempo que recoger.
Quedan las tinieblas
de la promesa y la sed.
He aprendido la mudez
y que caiga la encina.
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JOSÉ CARLOS RINCÓN SANCHO







