jueves, 20 de noviembre de 2025

CALIGRAFÍA DEL SILENCIO

 Afirmo que tocarte era de arena

y besarte nombrar los ojos verdes

y aquella voz el oro puro y fino.

Ahora que la muerte te condena

a ser humo, te enciendes y pierdes


en un mar inmortal que ni adivino.

Tenía el corazón en cada esquina

y la mano en la nieve del caído

y el beso en el invierno agradecido

y en el bosque la huella que camina.

No se sabe muy bien si lo que hueles

el rescoldo aroma o frágil zumo,

o si piensa o pensando me consumo

o si duelo dolido o si me dueles.

Ha pasado el amor a cuerpo lento

comido y carcomido a beso leve

a la luz de la hoguera y el tormento.

El cielo arrastra el nombre por perdido,

y pierde lo que encuentra el vendaval.

Una escena de acto sin sentido.

Cuando de la careta, ya al final,

sale un yo de cartón, un yo partido.

Cuantas noches me dijo que podía

que mis palabras eran suficientes

para alzarte una estatua entre las gentes

sacando del olvido al que quería.

Tantas veces el viento silencioso

de mis manos el cuerpo me arrancaba

arrastrando mi túmulo armonioso.

Un pájaro de sombra y malherido

se ha pasado en las ramas de mis hombros

y un beso de hielo es escondite.

Te amo con los ojos, con locura,

te toco con cuidado y me retumba

el valle de tus senos y derrumba

tu altivez el placer en la espesura.

Una ventana, amor, una ventana,

para este negro peso de sí mismo,

de una noche veraz para el seísmo

de una noche azotando mi mirada.

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Un puñal y una carta trazada

para el exterior.

Hoy es ayer y te prenden.

El dolor nos somete

a siniestro poderío

La paciencia combate.


Ecos nocturnos,

.sordos

Pero vibran las cuerdas frotadas

.y saetas aguzo.

Me apaciguo.

Las voces quedan y se van.

Sí, soy yo. La antesala me llama.

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Te olvidaste de oscura mujer,

me ha borrado la duna.

Ese olvido amargo

de tiempo que recoger.

Quedan las tinieblas

de la promesa y la sed.

He aprendido la mudez

y que caiga la encina.

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JOSÉ CARLOS RINCÓN SANCHO