miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL PLACER


"Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una busqueda".

Un día un buscador sitió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él habia aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos diviso Kammir a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada... Una portezuela de bronze lo invitaba a entrar. De pronto sitió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción... "Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días". Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar... Mirando a su alrededor, el hombre se dió cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción, se acercó a leerla y decía "Llamar Kalib vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas". El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: Un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto fué comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No, ningún familiar -dijo el buscador- ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Porqué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de niños?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un jóven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, colgando del cuello y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo abre la libreta y anota en ella: A la izquierda lo que fué disfrutado..., a la derecha cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?... ¿Una semana?, ¿Dos?, ¿Tres semanas y media?... Y después... La emoción del primer beso, ¿Cuánto duró? ¿Minuto y medio? ¿Dos días?, ¿Una semana?... ¿Y el embarazo o el nacimiento del primero hijo?..., ¿Y el casamiento de los amigos?..., ¿Y el viaje más deseado?..., ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?... ¿Cuánto duró el disfrute de esas situaciones?... ¿Horas?, ¿Días?... Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
Jorge Bucay

Estar con la familia comiendo. la verdad es que fue un placer, una gran alegría, cuando se acabó la comida y me fui a casa, me sentí vacía, pero en ese momento, me sentía muy alegre y muy feliz.
SL
Me gusta pasear algo, ir a un bar y tomar algo y hablar de cualquier tema para pasar el rato. Y estar con la familia.
MAG